El riesgo en una empresa agropecuaria no es necesariamente algo que se sufre, es algo que dentro de ciertos rangos puede ser administrado y una vez que se aprende a administrarlo, esa técnica pasa a ser de importancia vital para la sustentabilidad de la empresa.
Permanentemente los productores-empresarios del sector agropecuario nos vemos obligados a tomar decisiones en condiciones no óptimas, sobre información incompleta y expuestos a factores como clima, mercados, o circunstancias políticas que no están bajo nuestro control.
Las decisiones en ésta actividad pueden estar teñidas de incertidumbre o riesgo. La
diferencia fundamental entre estas dos situaciones es que, en el riesgo existe un conocimiento de la probabilidad asociada a un determinado resultado al aplicar una tecnología. Incluso, dentro de ciertos límites, una inteligente administración del mismo nos puede permitir aspirar a obtener mejores resultados sin necesariamente aumentar el riesgo y hasta en algunos casos disminuyéndolo.
La tendencia que se viene dando desde hace algún tiempo, y que crece año tras año y que debe seguir creciendo aún más, es la de enfatizar en el conocimiento, la información y el manejo del riesgo como nuevas tecnologías en las empresas agropecuarias. Existe en el sector, un gran número de herramientas para acotar la variabilidad de los resultados, entre ellas tenemos herramientas técnicas productivas como la siembra directa, la confección de reservas forrajeras, la selección de cultivos y variedades adecuadas, o la diversificación de actividades basada en la teoría de evaluación de proyectos de inversión; y herramientas comerciales como coberturas de precios tanto agrícolas como ganaderos (mercado de futuros y opciones), contratos forward, contratos de compras directas entre criadores e invernadores, y otras más como seguros multiriesgos climáticos (seguros contra granizos, sequía, planchado de suelo, etc.), asociaciones con proveedores de insumos y otras tantas que se desarrollan día a día.
En síntesis, todas estas herramientas nos permiten decidir (administrar) cuanto riesgo vamos a asumir como empresarios, transfiriendo muchas veces parte del mismo a otros actores de la cadena de producción.
La idea no es eliminarlo, sino tener en cuenta la probabilidad de rentabilidades que podemos obtener mediante una buena administración del mismo. En soja, por ejemplo, la campana de riesgo es muy ancha pero el piso de rendimiento es alto, por eso es un cultivo menos riesgoso que el maíz.
Ver el riesgo es el primer paso para poder administrarlo de manera efectiva.
Administrar el riesgo no requiere estadísticas especiales sino desmenuzar el contexto y pensar de la manera correcta, para tomar las mejores decisiones. Es una cuestión de sangre fría, porque nunca contamos con toda la información y si esperamos eso, es probable que la oportunidad pase o que después sea muy cara alcanzarla.
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