A partir de la idea de que “la población global puede alimentarse sin ocasionar daños irreversibles en los ecosistemas,” el texto detalla que los “agroecosistemas pueden reforzar la seguridad alimentaria, mejorar la resistencia frente al cambio climático y generar beneficios económicos para las comunidades pobres”.
Publicado en la web de la ONU, el avance del informe “Un enfoque ecosistémico para el agua y la seguridad alimentaria” define el concepto de agroecosistema como un modelo que “gestiona las áreas agrícolas como si fueran ecosistemas”.
La agricultura como extensión del medio ambiente
Plantea que “dejar de ver la agricultura como la mera producción de alimentos y empezar a percibirla como una extensión del medio ambiente” puede aportar otros muchos beneficios a la sociedad.
Para los autores del informe, recientes crisis alimentarias como la hambruna que asuela el Cuerno de África “han demostrado la vulnerabilidad del sistema actual de suministro de comida mundial”.
Según datos recientes a los que han tenido acceso a la hora de elaborar el estudio, factores como la pérdida de la biodiversidad y los nutrientes del suelo y la erosión afectan de manera adversa a la productividad agrícola.
El agua
En este sentido, destaca el agua como uno de los factores que limita y condiciona la producción de alimentos, y prevé que si se mantiene el actual modelo agroalimentario, la población que vive en zonas con escasos recursos hídricos podría pasar de los actuales 1.600 millones a 2.000 en pocos años.
Entre otras soluciones, propone reducir la dependencia del riego y establecer un modelo intermedio de cultivos que sólo consuma agua cuando no disponga de la residual o de la que pueda recogerse de las lluvias.
Una gestión eficiente de los “agroecosistemas” contribuiría, según la ONU, a mitigar las sequías, recuperar los acuíferos subterráneos, controlar la erosión del terreno y conservar los hábitats.
Freno a la superficie cultivada
El informe también aboga por “reducir la necesidad de aumentar la superficie cultivada” y cita como ejemplos de zonas sobreexplotadas el norte de China, el Punyab indio y el oeste de Estados Unidos.
A su juicio, se deben aumentar las áreas protegidas y que en estos nuevos “agroecosistemas” las explotaciones agrícolas convivan con zonas de bosque que fijen los nutrientes del suelo y estabilicen el ciclo del agua.
Consciente de que este modelo de producción puede suponer riesgos para la rentabilidad de los agricultores y ganaderos, el texto apunta “que se diseñen e implementen incentivos para los profesionales” y se les otorgue remuneración económica por mantener y restaurar ecosistemas.
“La tarea de reconocer lo que aportan los ecosistemas a la seguridad alimentaria corresponde a los ministerios de medio ambiente de cada país”, concluye.
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